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En su primer aniversario

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Siempre he dicho que Dios me bendijo al darme mas que una abuela. Para mi, “la Panchita” fue más que eso. Fue mi segunda madre cuando cuidaba de mi el día entero mientras mi mamá salía a ganar el pan de cada día. Era ella que me alimentaba, me bañaba, e incluso jugaba conmigo para que no me sintiera tan solo y aburrido sin mis amigos.

Fue mi escolta cuando me llevaba a mi escuela primaria día tras día sin importar el clima. A veces nos tocaba echar una carrera para que la lluvia no nos alcanzara. Aún en su tercera edad, tenía una energía y habilidad de correr sorpresiva. Cuando no tenía ganas de caminar, se las arreglaba para que una de sus amigas nos llevara en su carro hacia nuestro destino. Aún cuando no se sentía bien o estaba enferma, nunca reclamaba. Sabía que tenía que llegar a tiempo a la escuela y nunca fallaba.

Fue mi fanática cuando me iba a traer de escuela y me dejaba seguir jugando fútbol con mis amigos después de la campana. Veía pacientemente siempre como les anotaba goles a mis compañeros en nuestra “cancha” de cemento. Por mas que me decía que era hora de irnos a la casa, pretendía que no podía oírla y seguía jugando. Amenazaba con irse y dejarme en la escuela a mi solo pero aún en mi temprana edad, sabía que no lo iba hacer. Y nunca lo hizo. 

Fue mi defensora cuando se peleaba con cualquier persona que tratara de causarme daño o castigarme. En sus ojos, ninguna travesura mía ameritaba de un castigo. Muchas veces veía cuando le suplicaba a mi papá para que no me diera cinchazos tras una travesura. 
Muchas veces le suplicaba a mi mamá que no me castigara tanto, ya que al final de cuentas era “sólo un niño”.  Inclusive, varias veces fue a discutir con mis maestras porque me regañaban o porque me decían que iban a contactar a mis papás por mi mal comportamiento. 

Fue mi espía cuando estaba atentamente viendo hacia la ventana desde su silla ocre para avisarme si mi papá venía llegando. Tenía un pánico que mi papá llegara algún día y me viera haciendo algo que era indebido. Hasta este día, no entiendo exactamente cuáles eran esas “cosas” que tenía miedo que enojaran a mi papá pero en mis días de infancia, no me quedaba otra mas que hacerle caso.

Fue mi mejor amiga cuando me llevaba al parque por horas para que divirtiera con mi pelota de fútbol. Si notaba que en la casa habían problemas entre mis padres y yo, siempre me sacaba de la casa por un rato hasta que mis papás ya no estuvieran enojados. En los días que la ida al parque no era accesible, nos quedábamos en la casa tirando una pelota hasta que el hombro se le cansaba.

Otra de sus actividades favoritas era jugar cartas y dominó. A su avanzada edad, le costaba aprender nuevos juegos entonces siempre jugábamos los mas básicos. Mi pobre abuelita nunca se daba cuenta cuando le hacía trampa para ganarle. Le daba mas cartas o fichas o incluso exageraba con la cuenta al jugar 31. Sin embargo, estoy muy seguro que aunque se haya dado cuenta, no le hubiera importado y hubiera seguido jugando conmigo día tras día.
Lastimosamente, los últimos cuatro años de su vida no fueron junto a mi. Sus viajes a los Estados Unidos terminaron y se quedaba en su querido El Salvador. La visitaba cada vez que mi familia y yo hacíamos el viaje hacia nuestro país. Pero no eran suficiente. Fueron 4 años en los cuales empezaba a enfrentar los años de adolescencia y cada día me hacía más falta. Aún cuando estaba dando sus últimos suspiros, aun cuando estaba miles de kilómetros de ella, continuó impactando en mi vida.

Durante sus últimos días me enseñó cosas de la vida que nunca olvidaré. Me enseñó a luchar hasta más no poder. “La Panchita” luchó por su vida hasta su último suspiro. Inclusive, muchas veces resucitaba cuando muchos la daban por perdida. Eran actos tan sorpresivos que todos quedaban boquiabiertos con la determinación y carácter de la “niña Panchita”.

Lastimosamente, no pude estar con ella durante sus peores días. Es algo que lamentaré por el resto de mi vida. Pero algo lo tengo bien cierto. Ella nunca me dejará solo. Sé que está cuidando de mi cada día desde el cielo y me está protegiendo de cualquier daño. En aquel 27 de enero del 2014, el mundo perdió a Francisca Celina Sermeño. Por otra parte, yo perdí a mi abuela, a mi segunda madre, mi escolta, mi fanática, mi espía y a mi mejor amiga. Pero ese oscuro lunes, recibí a mi ángel guardián que me protegerá por siempre. 

Que En Paz Descanse Panchita
                    27/01/14
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